El coliseo digital: los retos que tenemos por delante

En el Coliseo tenía lugar gran parte del entretenimiento público de la antigua Roma. Juegos de gladiadores, batallas navales, luchas con animales, representaciones de teatro…. Una mezcla heterogénea de clases sociales se daba cita en el hemiciclo y ponía al descubierto, en función del espectáculo del día, sus emociones. El Coliseo sintetiza en su imagen la grandeza y también la decadencia de Roma.

Muchos siglos después siguen existiendo los coliseos. Con todas sus diferencias, redes sociales y comunidades digitales son nuevos coliseos que canalizan gran parte del entretenimiento, la información y la desinformación de nuestros días.

Unas redes enfocadas a la viralidad. En las redes competimos por el “Like” y el número de seguidores, olvidando u obviando la relevancia, es decir, la capacidad de influir en otros, y ésta no siempre es directamente proporcional al número de seguidores o de “me gusta” obtenidos. Cómo medimos los KPIs de calidad, cómo medimos la relevancia, sigue siendo una asignatura pendiente en el marketing y la comunicación corporativa actuales.

En las redes y las comunidades digitales es donde las personas comparten lo mejor y lo peor, en un continuo ruido informativo, relacional y contextual. Unas redes que hibridan constantemente con el mundo físico.

Jean Baudrillard, en “Cultura y Simulacro” ya anticipaba como nos enfrentamos, en un mundo de masas, a una lógica de la simulación que no siempre responde a la lógica de los hechos. Lo real es cada vez más líquido; sus fronteras se diluyen y se cuestiona su necesidad.

La realidad es la percepción que se tiene de la realidad. Y, por ello, en una cultura de masas, la creación y la gestión de percepciones son elementos críticos en la construcción de marcas.

Unas marcas que, por otra parte, siguen ganando enteros, convirtiéndose en los elementos centrales garantes de la confianza. Sin marca, difícil lo tendrás para generar confianza a tu negocio. Y la marca, dicho sea de paso, ya es el intangible de mayor valor de una compañía.

Marcas corporativas, de productos, servicios y personales se mezclan e interconectan en una tupida red de interacciones (esto lo explicaba en un anterior post, para quien quiera profundizar).

Inteligencia contextual y acción

La inteligencia contextual es elemento necesario hoy, orientada constantemente a la acción. Un sistema nervioso basado en algoritmos vinculados a nuestros teléfonos móviles y éstos a unas redes sociales y comunidades digitales que reproducen exponencialmente todo o casi todo lo que acontece en nuestra sociedad.

Analizar estas conversaciones digitales, gestionadas y alimentadas desde diversos canales interrelacionados entre sí, se ha convertido en un ejercicio de antropología social crítico para entender el contexto en el que nos movemos y anticipar iniciativas.

Nuestra memoria ya no está en nuestra cabeza, sino en nuestros smartphones. Y cuando nuestro smartphone lo borra nosotros lo olvidamos.

Nuestras relaciones son también digitales, ya no solo analógicas.

Y nuestra vida transcurre hibridando los dos mundos, digital y físico, en un proceso en el que cada vez más, sobre todo las nuevas generaciones, dudamos si son dos mundos o si todo es el mismo mundo interconectado.

Enfoque hacia una comunicación sostenible

Utilizando como base a Martin Seligman, experto en psicología positiva, quizá deberíamos diferenciar tres estados de comunicación en este nuevo tiempo:

  • La comunicación placentera (hedonista, superficial, muy vinculada al desarrollo de la imagen digital y a la gratificación instantánea del “like”)
  • La buena comunicación (familiar, física, cercana, auténtica, honesta, retroalimentada)
  • La comunicación con sentido (basada en un propósito, sostenible a lo largo del tiempo, que transciende al ego y trabaja por un bien mayor)

Las tres están interconectadas, porque la comunicación es un vector líquido en el que todo se mezcla. Por eso, es muy difícil marcar los límites entre las tres, aunque sí deberíamos esforzarnos por ir evolucionando de la primera a la tercera, teniendo siempre de base la segunda.

Contribuir a desarrollar una comunicación sostenible va un poco de esto. Desde una concepción muy profunda, casi desde el inicio del lenguaje, debemos ser conscientes de su impacto; porque la comunicación es generativa, ayuda a enfocar la energía para conseguir un movimiento exponencial.

“La comunicación es generativa, ayuda a enfocar la energía para conseguir un movimiento exponencial”

Enfoquemos esa energía para el bien, reflexionemos sobre lo que es y lo que no es una comunicación sostenible, que construya puentes, que genere contextos positivos; contextos que huyan del enfoque constante en el miedo. Apostemos por una comunicación orientada desde el convencimiento, la seguridad y la confianza en el potencial del ser humano para superar dificultades.

Quizá esta es la tarea más urgente que tenemos por delante, activar una comunicación responsable y sostenible para construir un futuro desde los contextos presentes, porque corremos el riesgo, si no lo hacemos y seguimos en la derivada actual, de ir erosionando la convivencia y la cooperación, tan necesarias ambas para progresar y avanzar como sociedad.

Que en 2023 generemos los contextos de confianza, seguridad y optimismo para avanzar en esta dirección. La gestión de una comunicación responsable y sostenible, en las empresas y en la sociedad, es uno de los principales retos que tenemos por delante.

ARTÍCULO PUBLICADO EN LINKEDIN