Quienes han trabajado alguna vez en gestión del cambio saben de la importancia de la comunicación informal en estos procesos. La riqueza de matices, percepciones, expectativas y miedos que se perciben al calor de una conversación informal, en la zona de receso de cualquier oficina, suele ser importante.
A veces, al calor de una conversación abierta y positiva se derriban más barreras y se agilizan muchos más procesos que en tediosas, largas, jerarquizadas y burocráticas reuniones formales, en las que se pierde la espontaneidad y se evita decir algo políticamente incorrecto.
Me consta que muchas empresas llevan en curso un elevado número de planes importantes en este complicado inicio de año; cito a voz de pronto algunos que suelen ser los habituales: Plan de digitalización, plan estratégico, plan de marketing, plan de ventas, plan de internacionalización, plan de comunicación, plan de I+D+i, plan de calidad, definición del propósito de la compañía, plan de rsc, plan de igualdad, plan de formación, plan financiero, plan…, plan…, plan…
Todos estos “planes” se entrecruzan entre sí, a través de equipos diversos de gestión. Por desgracia, muchas veces incomunicados entre sí; desconociendo que, en otro plan, otro equipo, está viendo los mismos problemas estructurales y planteando soluciones similares o a veces diferentes, incluso contradictorias. Y todas esas soluciones, incluso las que son contradictorias, son potencialmente válidas. En ocasiones, aún siendo contradictorias, todas se ponen en marcha y es en su desarrollo como van asentándose unas y muriendo otras.
Cuando una empresa está en tantos planes a la vez, tenemos que aceptar su realidad: Vive una cultura del cambio constante y permanente. Y esto, nos guste más o menos, es la #NuevaNormalidad.
¿Pero cómo gestionamos una cultura del cambio sin gestionar la comunicación informal? ¿Sin esos espacios de conversación espontánea y empática, de relación personal y de descubrimiento del otro/a, más allá de su lugar jerárquico en el organigrama? La cultura de una organización se entreteje en esas pequeñas conversaciones que no salen a la luz en el día a día.
Comunicación informal y organizaciones líquidas
La comunicación informal está estrechamente ligada a las relaciones. Se trata de relaciones. Es flexible, rápida, espontánea, influyente…, no está controlada, no es oficial, no rinde cuentas…
Frente a la frialdad de la comunicación formal y oficial, la informal es amigable y acogedora, a veces cómplice. Equilibra y ayuda en la gestión del cambio, a la vez frena rumores, limita sesgos informativos, anima y quita miedos. Y si no se la trabaja, puede también dar al traste con el mejor y más potente de los proyectos de gestión.
La comunicación informal forma parte de los flujos comunicativos dentro de una organización. Obviarla porque no se controla no la elimina. Para aumentar la inteligencia colectiva, social y emocional de un equipo, también hay que tener en cuenta y trabajar la comunicación informal.
El reto de la comunicación informal híbrida (física y digital) es uno de los principales desafíos que están viviendo las empresas. Es un ejemplo más de las profundas transformaciones que se están produciendo en la comunicación de las organizaciones.
Tengamos presente que el ecosistema digital ha eclosionado y se funde con el mundo físico. Y todo está en continua mutación. Si todo se interconecta, todo es relativo e incierto. Y lo que funciona para un equipo y en un contexto, no funciona para los demás.
Así que, conviven dentro de una misma organización formas de comunicar aparentemente contradictorias. Y lo tenemos que asumir como normal. Ya nada es lineal. Ya todo es diverso. Momento interesante éste en el que definitivamente murieron las planificaciones secuenciales.
Cuando una empresa está en diversos planes a la vez, tenemos que aceptar su realidad: Vive una cultura del cambio. Y esto, nos guste más o menos, es la #NuevaNormalidad
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